PERSONAJES HISTÓRICOS
Desde la Revolución francesa, el mundo vio, cada cual a su tiempo, caer uno y cada uno de los monarcas y emperadores a favor de un gobierno más “republicano” (o al menos eso decían). Algunos fueron violentos y para siempre (como Francia), otros simplemente perdieron poder y aún reinan pero no gobiernan (como España). En general, la decisión fue popular, basada en la búsqueda del bien común y porque el pueblo pensaba que liberarse de la tiranía de un único hombre era mejor. Hubo un caso, sin embargo, que no cumple con esta regla. El pueblo lo amaba, su nación crecía y tomaba protagonismo a nivel mundial, la economía y la sociedad florecía. No obstante, un grupo pequeño de personas pensó que no podía ser que a fines del siglo XIX todavía hubiese emperadores en la “moderna América”. Esta figura era Pedro II de Brasil, el último emperador sudamericano.
Pedro II de
Brasil, apodado El Magnánimo, fue el segundo y último emperador de Brasil.
Su reinado duró 58 años, de 1831 a 1889. Nació en Río de Janeiro y fue
el hijo menor del emperador Pedro I de Brasil y la emperatriz María Leopoldina
y, por tanto, pertenece a la rama brasileña de la dinastía de Braganza. La
abrupta abdicación de su padre y su viaje a Europa dejaron a Pedro con solo 5
años como emperador, lo que provocó que tuviera una infancia y una
adolescencia solitarias.
Obligado a
pasar la mayor parte del tiempo estudiando para prepararse para reinar, conoció
breves momentos de alegría y tuvo pocos amigos de
su edad. Sus experiencias con
las intrigas palaciegas y las disputas políticas durante ese periodo afectaron
muchísimo a su posterior carácter. Pedro II creció y se convirtió en un
hombre con un fuerte sentido del deber y una devoción hacia su país y su pueblo.
Con el paso del tiempo, se fue resintiendo en su papel como monarca.
A pesar
de haber heredado un imperio al borde de la desintegración, Pedro II transformó
Brasil en una potencia emergente a nivel internacional. La nación creció de forma
distinta a sus vecinos hispanoamericanos debido a su estabilidad política; a su
libertad de expresión, que se mantuvo celosamente; al respeto a los derechos
civiles y a su crecimiento económico regular así como por su forma de gobierno:
una monarquía parlamentaria constitucional. Brasil salió victorioso de tres conflictos
internacionales (la Guerra contra Oribe y Rosas, la Guerra de Uruguay y la
Guerra de la Triple Alianza) bajo su reinado y prevaleció en otras disputas
internacionales y tensiones domésticas. Pedro II impuso con firmeza la
abolición de la esclavitud a pesar de la oposición de intereses económicos y
políticos y se ganó la reputación de ser un gran patrocinador del conocimiento,
la cultura y las ciencias así como el respeto y la admiración de estudiosos
como Charles Darwin, Victor Hugo y Friedrich Nietzsche. Fue amigo de Richard
Wagner, Luis Pasteur y Henry Wadsworth Longfellow, entre otros.
A pesar
de que no existía el deseo de un cambio en la forma de gobierno en la mayoría
de los brasileños, el emperador fue apartado del poder por un súbito golpe de
Estado que sólo contaba con el apoyo de un pequeño grupo de líderes militares que querían una república gobernada
por un dictador. Pedro II se había cansado y estaba desilusionado con respecto
a las perspectivas del futuro de la monarquía, a pesar del apoyo popular, y no
apoyó ninguna iniciativa de restauración de la monarquía. Pasó sus dos últimos
años de vida en Europa viviendo con escasos recursos.
El
reinado de Pedro tuvo un final poco común ya que fue depuesto cuando era muy
querido por el pueblo y en la cima de su popularidad. A él le siguió un periodo de
gobiernos débiles, dictaduras y crisis constitucionales y económicas. Los
hombres que lo exiliaron pronto lo convirtieron en un modelo para la república
brasileña. Algunas décadas después de su muerte, su reputación fue restaurada y
sus restos mortales fueron llevados de vuelta a Brasil.
Los
brasileños siguieron apegados a la figura del emperador popular a quien
consideraban un héroe y siguieron viéndolo como el padre del pueblo
personificado. Esta visión era aún más fuerte entre los brasileños negros o
de ascendencia negra que creían que la monarquía representaba la emancipación.
El fenómeno de apoyo continuo al monarca depuesto es debe sobre todo a una idea
generalizada de que fue «un gobernante sabio, benevolente, austero y honesto.»
Esta visión positiva de Pedro II y la nostalgia de su reinado creció también
debido a que el país empezó a sufrir crisis políticas y económicas que los
brasileños atribuían a la caída del emperador. El emperador nunca dejó de ser
considerado un héroe popular, pero gradualmente volvería a ser un héroe
oficial.
A continuación les dejo un link a la casa donde
residió el último emperador de Brasil, ubicado en las afueras de Río de Janeiro
que, quien les escribe, visitó hace poco tiempo. http://www.museuimperial.gov.br/
Como hoy es feriado en nuestro país, no habrá pregunta del
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